Un alumno mío encontró en una tienda musical el rótulo World Music (Música del mundo) y me preguntó ¿La música del mundo no es toda la música del mundo?
Sí y no, respondí. Sí, en sentido literal. No, si entramos a una tienda o buscamos la expresión en internet. Ni a los Beatles, ni a Beethoven o Louis Armstrong los encontramos en la sección de World Music sino en categorías como Rock, Clásica o Jazz.
Pero ¿Acaso estos artistas no representan la música del mundo? Se quedó en silencio un momento, pareció elaborar algunas hipótesis en su cabeza, y repreguntó:
¿Qué se considera Música del Mundo y por qué?
Le pedí que tome asiento. En realidad el tópico, rótulo o expresión World Music tiene que ver con la historia de la música en la que, como en todo, entran en juego la política y el poder.
El término World Music lo podemos rastrear hasta un pub de Londres, en el verano de 1987, donde representantes de veinticinco pequeñas discográficas se reunieron para discutir la mejor estrategia de ventas para sus grabaciones de música africana, latinoamericana y otras fuera de la órbita comercial. Se les ocurrió usar World Music como término marketero, inclusivo y atractivo evitando algunos más problemáticos como música étnica, música no occidental, o, incluso, música primitiva. El concepto se reprodujo rápidamente y se estandarizó gracias a una de las colecciones más significativas del siglo XX: la famosa Rough Guide to World Music (1994), que hoy en día cuenta con varias ediciones.
Durante los años ochenta el término World music también se usaba en cursos universitarios en los EE. UU y fue adoptado por académicos para representar las diversidad musical del mundo en igualdad de condiciones y así, desplazar de alguna manera el dominio económico y político de ciertas tradiciones de un lugar determinado, haciendo hincapié en la riqueza, universalidad y variedad de la música.
Con ello, tanto el negocio de la música como los académicos, usaron el término World Music para atraer la atención sobre géneros musicales insuficientemente difundidos, usándola como una categoría general. Podría argumentarse que a lo largo de los años el término ha llegado a significar cosas bastante diferentes, debido a las constantes transformaciones culturales tanto en la industria discográfica como en la erudición académica, pero el uso más común sigue siendo este.
En la década de 1980, la producción y distribución de grabaciones estaba dominada por un puñado de compañías multinacionales. Con el advenimiento de las tecnologías digitales e Internet surgió una multiplicidad de disqueras y modos de distribución más pequeños.
Hoy, escribir World Music en un motor de búsqueda de internet trae millones de referencias más que música clásica, jazz o incluso música popular. Esto parece sugerir que World Music pasó de ser una etiqueta aplicada a músicas minoritarias o insuficientemente representadas, a una categoría de marketing dominante.
Hoy el término alude una nueva pluralidad en un mercado altamente competitivo, como, por ejemplo, los Premios de la BBC World Music o las páginas satinadas de la revista Songlines. El negocio de la música en nuestros días es vender y promover, brindando a los consumidores (principalmente en Europa y EE. UU) una variedad de artistas y estilos musicales de todo el mundo, cambiantes, coloridos, sensibles a la moda e inmediatamente atractivos.
Esta diversidad, hecha de intercambios creativos entre lo local y global, donde el éxito económico ha sido logrado por músicos de las partes más pobres del mundo (como el Buena Vista Social Club de Cuba), es visto por muchos como motivo de celebración. Otros, sin embargo, temen que los músicos sean explotados por la industria, siempre sujeta a los caprichos de la moda, y que este mercado global está conduciendo a una tóxica homogeneidad cultural, en la que todo comienza a sonar igual.
Lo que es seguro es que la difusión de las músicas comercializadas por el negocio de World Music no es para nada uniforme. Mientras que ciertas músicas populares africanas y latinoamericanas al igual que algunos estilos neo-folk europeos, reciben una excelente cobertura, a muchas otras tradiciones musicales de otras partes del mundo no les va tan bien por ahora.
Gonzalo Omar Maldonado Chauca