¿La discapacidad está en la educación?

¿De qué sirve tener el piso limpio si tengo los zapatos sucios? La metáfora es exacta si hablamos de Educación Inclusiva (EI): todo el marco legal que la promueve y ampara está dado, y hasta idealizado, para asegurar que todos los niños con necesidades especiales o, como ahora se les conoce, niños con diversidad funcional, puedan acceder a una educación pública, gratuita y de calidad. Es decir, el piso está limpio.

Pero no estamos preparados como sociedad para esta educación; no contamos con docentes idóneos; las universidades no elaboran sus mallas curriculares para que los docentes puedan atender esta diversidad funcional. Aún estamos en el intento de parecer sin asumir la responsabilidad de ser por miedo a tener que hacer. Y no se diga nada del pánico a invertir en una Educación Inclusiva real. O sea, tenemos los zapatos sucios.

Volvamos al piso limpio de la metáfora. El artículo 2, sobre el derecho de la educación, del reglamento de la ley n° 28.044, Ley General de Educación (2012) de Perú, pone de manifiesto: El derecho de acceso a una educación de calidad, equitativa, pertinente e inclusiva, y a una educación pública gratuita. El acceso no es un problema: los centros educativos están obligados a tener dos vacantes para niños con diversidad funcional, siempre y cuando esta sea de grado leve o moderado. Esta ley también establece el campo de acción en que debe darse la EI. Según la Ley General de Educación 28044, específicamente en el artículo 19-A: La educación es inclusiva en todas sus etapas, formas, modalidades, niveles y ciclos.

Hasta aquí el piso limpio. Vamos por los zapatos sucios. En primer lugar es obvio que no basta el acceso, es necesaria la pertinencia y esta responsabilidad recae directamente en el docente. Es él quien tiene que planificar, ejecutar una programación y lograr que ese alumno diverso sea incluido de manera natural, que y todos los demás, aprendan. En este proceso se evidencia una de las grandes barreras para esta educación; “… las principales barreras son la falta de sensibilización social acerca de la exclusión, la falta de formación docente especialmente en estrategias y prácticas inclusivas, y la necesidad de disminuir la ratio de alumnos por docentes” (Ruiz, 2016). Y, aunque para las instituciones públicas la inclusión sea una obligación, existe todavía un gran número de excluidos. Cabe recordar que en el Perú las personas con discapacidad entre 0 y 17 años representan el 6% de la población escolar total, es decir, 437,666 (INEI, 2017).

Por eso cabe preguntarse ¿Cuántas universidades tienen programas de atención a la diversidad funcional? Poner rampas para el acceso es importante, pero tener docentes capacitados para acoger la diversidad es imprescindible, no solo en la educación superior, sino en todos los niveles (Ainscow, Booth y Dyson, como se citó en Ruiz, 2016).

Uno de los grandes retos y desafíos es la capacitación de los docentes en ejercicio. Pero más urgente es que los docentes en formación, además de competencias a nivel cognitivo, didáctico y metodológico desarrollen sensibilidad a estas realidades y sean capaces de generar prácticas inclusivas con conocimiento de causa. La lógica absurda de parchar por no querer construir es la que prima en este desafío. El marco legal está dado, pero faltan estrategias que aminoren las barreras y crear aliados que permitan el cambio a largo plazo. Recordemos siempre que “el docente es definido como agente clave para la construcción de una escuela inclusiva de calidad al ser el instrumento pedagógico por excelencia” (Jordán, como se citó en Pegalajar y Colmenero, 2017).

No sé qué hacer con este niño, no sé qué tiene realmente, solo sé que es “enfermito”. No sé cómo enseñarle ni qué debe aprender ¿Por qué nos exigen enseñar a alumnos que no nos comprenden nada? ¿Cómo voy a hacer una programación que le enseñe a él y a mis otros niños, si él no es normal? A mí no me pagarán más por enseñarle. Con posibles variantes, estas son algunas de las inquietudes más frecuentes que los docentes tienen frente a la EI.

Además del Estado, las universidades son los principales agentes de cambio para responder a ellas, y lograr que la EI sea una realidad. Es necesario reformular la currícula, quitar a los futuros docentes el miedo que genera la ignorancia y la indiferencia. Los centros de formación docente deberían facilitar a sus estudiantes herramientas para desarrollar nuevas formas de recoger y utilizar información, considerando a cada uno de los actores del sistema educativo (Infante, 2010). Las condiciones que facilitan la EI deben contemplar la capacitación por expertos que puedan proveerlos de una base teórica y propiciar una normativa que esté acorde a ella (Castillo, 2015 Infante y Matus como se citó en Infante, 2010).

La educación universitaria aún no ha comprendido que es una necesidad prioritaria dotar a los futuros docentes de conocimientos y metodologías que les permitan atender la diversidad, y no solo la normalidad, para la que se les enseña regularmente. Si queremos que los docentes difundan las prácticas inclusivas, debemos primero formarlos para ellas. Las prácticas inclusivas comprenden todas las actividades que el docente planifica y ejecuta con la finalidad de proporcionar un desarrollo integral en todos sus estudiantes (Booth & Ainscow; Fernández, como se citó en Flores, García y Romero, 2017).

“La implementación de unas prácticas pedagógicas inclusivas no solo depende de las capacidades de los docentes desde sus procesos de enseñanza, sino que son un conjunto de acciones que cooperan e integran todos los agentes educativos. Con el fin de proporcionar un aprendizaje eficiente y adecuado para toda la comunidad, sin distinción ni diferencia entre los estudiantes” (Carrillo,Forgiony,Rivera,Bonilla,Montanchez,Alacón, 2018,p.4).

Solo con la capacitación adecuada y la formación continua y sistemática de los docentes en formación, podremos generar auténticas posibilidades de progreso para la EI sin desmerecer la labor de todos los agentes inmersos en esta educación. La legislación existe, el piso está limpio. La clave está en la capacitación, hace falta limpiar los zapatos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Carrillo,S.M.,Forgiony,S.,Rivera,D.A.,Bonilla,J.Montanchez, M.L.,Alarcón, M.F. (2017). Prácticas pedagógicas frente a la educación frente a la educación inclusiva desde la perspectiva del docente. Espacios.39 (17)15.

Castillo, C. (2015). La educación inclusiva y lineamientos prospectivos de la formación docente: una visión de futuro. Rev. Actual. 15(2) 31-33.

Flores, V. J., García, I.  y Romero, S.(2017). Prácticas inclusivas en la formación docente en México. liber. 23(1),39-56.

Infante, M. (2010). DESAFIOS A LA FORMACION DOCENTE: INCLUSION EDUCATIVA. Estudios pedagógicos (Valdivia)36(1), 287-297. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-07052010000100016

Pegalajar, M.C.,Colmenero, M.J. (2017). Actitudes y formación docente hacia la inclusión en Educación Secundaria Obligatoria. REDIE.19(1),84-97.

Ruiz-Bernardo, P. (2016). Percepciones de docentes y padres sobre la educación inclusiva y las barreras para su implementación en Lima, Perú. Revista Latinoamericana de Inclusión Educativa, 10(2), 115-133.

Ana Cecilia Quispe Álvarez

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